Lee: 2 Corintios 1:8-11
¿Cuántas veces te has sentido completamente solo o sola? Y en esa frustración por no lograr lo que deseabas te invadió el desánimo.
Llevándote a una zona gris donde la mayoría de los pensamientos no tienen sentido llegando a sentirte totalmente decepcionado o decepcionada de ti misma.
Muchas personas creen que el desánimo y la decepción es lo mismo, pero hay una pequeña diferencia. La decepción es una respuesta emocional a una expectativa fallida, mientras que el desánimo o la desesperación, suele provenir de una desilusión prolongada o una dificultad persistente.
Dado que no podemos experimentar el éxito por completo o evitar el sufrimiento, es obvio que no podemos evitar o evadir las decepciones en la vida, pero no tenemos porque vivir desanimados.
Cuando tenemos la perspectiva correcta de Dios y de su soberanía, podemos superar los sentimientos de desesperación. Permitir el fracaso y la decepción es parte del plan de Dios, el cual lo utiliza para nuestro bien, ya que Él dice que todas las cosas nos ayudan a bien.
Dios quiere que tengamos éxito pero no necesariamente en nuestras fuerzas, de hecho quiere que logremos superar las circunstancias y podamos superar la desesperación y la decepción, al confiar y depender plenamente en Él.